Canadá | 14 min | Silente
(...) En sus últimos años, McLaren nos obsequió con dos cortos que ponían en tela de juicio el propio concepto de la animación, como fueron Narcissus y Pas de Deux, el que estoy comentando aquí. En ambos cortos MacLaren utilizaba su pasión por la música y la danza, que le había llevado a hacer bailar a sus figuras abstractas, rodando auténtica música visible, para rodar dos elaboradísimos números de ballet utilizando bailarines reales, aparentemente renunciando a la animación.
Aparentemente, esa es la palabra, y para entender un poco el porqué un corto que recoge la danza de dos bailarines es considerado animación hay que meditar un poco en cual es su definición. Por supuesto, pocas cosas hay más polémicas que intentar definir qué es un arte, una forma artística o un estilo, pero en esos casos lo mejor es acudir a rasgos lo más técnicos y objetivos posibles. Por ello, la mejor definición de la animación es aquella que habla de toda obra en la que se realiza un tratamiento fotograma a fotograma, al contrario del cine, en el que se trabaja con conjuntos enteros, el resultado de capturar la realidad y luego proyectarlo.
En ese sentido, la técnica utilizada por McLaren es claramente animación. Lo que está haciendo él es evidentemente partir del baile rodado por métodos normales, pero luego utiliza la copiadora óptica para que cada fotograma recoja la superposición de diferentes posiciones del mismo movimiento, como se puede observar en las capturas, de forma que en unos fotogramas se desplegará el movimiento por entero en el espacio, mientras que en otros se producirá el plegado de los mismos, como si fuera un abanico.
Por supuesto, esto es algo ya visto, en los años 90 del siglo XIX, el inglés Muybridge y el francés Marey consiguieron hacer visible el movimiento, impresionando varias veces la misma placa utilizando luz estroboscópica, permitiendo que el tiempo, el movimiento se desplegara sobre la superficie bidimensional de una fotografía. McLaren en este corto consigue, por así decirlo, hacer visible el movimiento en movimiento, de forma de manera que no sólo lo vemos desplegado en el espacio sino que lo vemos desarrollarse en el tiempo, como si un abanico temporal se abriese y cerrase ante nuestros ojos en momentos precisos. Aún más, la agria iluminación, consistente en blanco y negro casi puros, consigue que las figuras humanas se tornen abstractas y las superposiciones de sus movimientos cifras de sí misma, garabatos dibujados en el aire.
Dicho así, podría parecer que el corto no es más que un experimento cerebral, frío y hermético. Sin embargo, McLaren es uno de los pocos artistas experimentales capaces de hacerse accesible a los públicos menos selectos y Pas de Deux no es menos, porque en él se nos narra una historia de mutua seducción, de transición de la soledad al amor, en el que la técnica utilizada consigue que al final los cuerpos aislados se fundan en una única entidad y dejen, por así decirlo, de ser individuos independientes. (...) (David Flórez, Caminando en círculos)
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