lunes, 3 de febrero de 2014

Tchou-tchou - Co Hoedeman (1972)


Canadá | 14 min | Silente

Dos chicos juegan en un mundo de bloques, hasta que un dragón y los sorprende y ellos deben defenderse ¿o no?



Co Hoedeman y el inabarcable mundo de los animadores

Nacido en 1940 en Ámsterdam, a los veinticinco años Co Hoedeman emigró a Canadá y se integró a la Office National du film du Canada ONF. Desde entonces ha trabajado en más de una veintena de producciones y ha recibido más de ochenta premios internacionales. Fuente de inspiración para los animadores más importantes del medio, Hoedeman es considerado ya un clásico de la animación.

Una de las creencias menos fundadas en relación al arte es la confusión entre animación y dibujito animado, en donde éste último está teñido de un menosprecio total, subvalorado y arrojado a la hoguera de puro entretenimiento infantil. Es verdad que la proyección de fotogramas dibujados es la cruza de ambos términos confundidos, no obstante la animación va mucho más allá, funde técnicas, materiales y sobre todo búsquedas. Es aquí donde Co Hoedeman se constituye en uno más del escalón inabarcable del mundo de los animadores.
La magia en la producción de este cineasta holandés se debe a una superposición de niveles de lectura y a un sinfín de posibilidades de abordaje, desde la sencilla fábula ecologista, pasando por la complejidad de la creación artística o el goce total mediante la libre expresión, en especial en la danza, y la utilización de la imaginación por sobre el disfrute racional.

Sus personajes modifican su entorno y su futuro mediante el arte, no sólo en el términos estrictos. Sin planificarlo construyen un mundo mejor, dejando de lado los miedos, las frustraciones y las dificultades de la vida, con una combinación de imaginación, astucia y buenas intenciones.Sus dos primeros filmes, "Oddball", de 1969, y "Matrioska", de un año más tarde, son sencillas a simple vista, redundantes en la libre celebración de la danza y la alegría pero vistas a la luz de los años, y de su obra posterior, retoman sentido para convertirse en profundas alegorías del trabajo del animador, quien con cada fotograma decide hacia donde va el siguiente, sin poder dejar la cámara encendida a la espera del movimiento del ambiente o de sus actores.
Su debut en la dirección muestra al típico hombre de palitos, hecho con cables, jugar con diferentes bolas, grandes y coloridas, mientras que deja de lado a la oddball, una pequeña pelota blanca. Hasta que descubre, por casualidad, que la bola rara desprende colores y forma figuras de todo tipo. En "Matrioska" todo es más despojado, una muñeca rusa (y sus seis pequeñas partes) comienza a bailar al ritmo de una canción folclórica, hasta que todas vuelven al seno materno, menos la más pequeña, por quien deben volver a abrirse todas las muñecas para buscarla. En ambas películas, el ser menos pensado se convierte en el centro de atracción y en quien se posan las miradas, liberando los prejuicios y disfrutando aún con aquel que no tenían en mente hacerlo. Las matrioskas sólo están animadas en sus movimientos, sus caras se mantienen imperturbables, su energía vital proviene desde la esencia de su creación, su función en el mundo es alegrar, y éste parece ser el objetivo que se propuso Co Hoedeman.

El resto de su filmografía se puede dividir en tres grandes grupos: sus filmes ecologistas, dentro de los cuales se pueden incluir sus trabajos con los esquimales, sus trabajos de crecimiento y felicidad, y sus filmes mayores.Las leyendas esquimales ("The owl and the lemming", "The owl and the raven", "Lumaaq" y "The sniffing bear") son un grupo de producciones que van de principios de los años setenta hasta 1992 en donde Hoedeman (quien vive en Canadá desde 1965) transporta sus historias al norte del continente; mientras que "The sniffing bear" es un terrible retrato de un oso que se droga con un barril de petróleo, de una crudeza extrema, tanto en relación al consumo de drogas como al poco interés en mantener a salvo las reservas naturales. Los cuatro filmes están realizados con técnicas distintas, marionetas hechas con pieles de peces, con cuero, dibujos de esquimales recortados animados bajo la cámara, e ilustraciones de los detenidos en la penitenciaría del norte de Quèbec, La Macaza. Tras cada trabajo, Hoedeman nunca volvió a trabajar con la misma técnica. Sus otros trabajos que abordan el cuidado de la naturaleza hacen hincapié en la relación medio ambiente-hombre, en donde éste último es el culpable de la destrucción lenta de su hábitat.
Quizás sus trabajos que menos interés despierten sean aquellos en donde se destaque cierto tinte de sensibilidad impuesta, en donde el director casi obliga al espectador a mirar en una dirección. "Charles and Françoise" (1988) y "The box" (1989) remarcan el crecimiento personal y la importancia de reconocer los ciclos de la vida; "Masquerade" había comenzado esta búsqueda cuatro años antes, pero como en una continuación de sus filmes anteriores, esta superación está dada por ese poder casi absoluto que Hoedeman le da a la creación mediante el uso de la fantasía y de las ganas de crear un mundo mejor.
"Tchou-tchou" (1972) y "The sand castle" (1977) se constituyen en el núcleo central de su obra. Ambos filmes reflexionan sobre la creación, el libre albedrío y el trabajo del animador, quien crea un mundo en cada fracción de segundo. En el primero, dos niños de cubos de madera (animados tanto en las dos dimensiones de los rostros pintados como en las tres dimensiones espaciales por las que se mueven) se divierten jugando cuando un dragón los ataca; los pequeños tratan de escapar y luego de defenderse, hasta que descubren que la mejor estrategia es utilizar la imaginación para vencer a su enemigo y convierten al dragón en un tren de juguete. En este punto, justo cuando los personajes del filme se convierten en Hoedemans en potencia entra en escena el más reconocido de los trabajos del cineasta del National Film Board de Canadá, "The sand castle", en donde un ser de arena crea un mundo entero de criaturas con el solo objeto de pasar el rato, ya que construyen un castillo que el viento destruye y deja abierto un abanico de posibilidades.La reflexión tiene innumerables aristas, desde la obligación del artista de crear sin importar los obstáculos, hasta la comunidad de creadores disfrutando el hecho de poder hacer arte. Quizás, lo más interesante del cine del holandés no sea su búsqueda de nuevas texturas o su compromiso con el medio ambiente o el universo artístico, sino el aporte unívoco de una mirada distinta. Co Hoedeman no atrapa por su técnica, ni siquiera por la temática de sus filmes, sino por esa energía creadora revitalizante dentro de un género como la animación que se alimenta casi exclusivamente de imaginadores.
Cada una de las miradas con las que se puede abordar el cine de Hoedeman tiene que ver con la introspección del espectador, quien recibe el imperativo de pensar en cómo crear y cuáles son sus obligaciones como parte de la obra del artista.

Germán Kijel (Publicado originalmente en Revista Evaristo Cultural)



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